ALGUNAS PERSONAS DICEN que no tiene nombre, otras dicen que su nombre es Dios o Señor, y hay quienes creen que tiene cientos de nombres. ¿Qué diría usted?
LO QUE DICE LA BIBLIA
“Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra” (Salmo 83:18 [82:19 o 83:19 en algunas versiones de la Biblia]).
¿QUÉ MÁS DICE LA BIBLIA?
Aunque Dios posee muchos títulos, él mismo se ha puesto un nombre (Éxodo 3:15).
Dios no es un misterio; él desea que lo conozcamos (Hechos 17:27).
Saber el nombre de Dios es el primer paso para tener una amistad con él (Santiago 4:8).
¿Hay algo de malo en decir el nombre de Dios?
LO QUE DICE LA BIBLIA
“No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna”(Éxodo 20:7). Solo está mal usar el nombre de Dios si se hace con falta de respeto (Jeremías 29:9).
¿QUÉ MÁS DICE LA BIBLIA?
Jesús sabía cuál era el nombre de Dios y lo usaba (Juan 17:25, 26).
Dios nos invita a dirigirnos a él por su nombre (Salmo 105:1).
Los enemigos de Dios intentan que la gente olvide su nombre (Jeremías 23:27).
¿SE HA fijado en la cantidad de preguntas que hacen los niños? Muchos comienzan en cuanto aprenden a hablar. Con ojos curiosos y bien abiertos miran a uno y le dicen: “¿Por qué el cielo es azul?”, “¿De qué están hechas las estrellas?” o “¿Quién enseñó a cantar a los pájaros?”. Sin importar cuánto nos esforcemos por contestarles, a veces nos vemos en aprietos. En realidad, hasta la mejor respuesta puede llevar a esta otra pregunta: “¿Y por qué?”.
Los niños no son los únicos que tienen la costumbre de preguntar. A medida que crecemos, seguimos haciendo preguntas, tal vez para saber cómo se llega a un sitio, para evitar algún peligro o por simple curiosidad. Pero parece que mucha gente deja de hacer ciertas preguntas, especialmente las más importantes. O por lo menos, deja de buscar las respuestas.
Piense en la pregunta de la portada de este libro, así como en las que aparecen en el prólogo y al principio de este capítulo. Esas son algunas de las preguntas más importantes que se pueden hacer. Sin embargo, mucha gente ha dejado de buscar las respuestas. ¿Por qué? ¿Será posible encontrarlas en la Biblia? A algunas personas les parece que las respuestas que da la Biblia son muy complicadas. Otras no se atreven a preguntar por miedo a quedar avergonzadas. Y hay quienes creen que esas cuestiones es mejor dejárselas a los líderes y maestros religiosos. ¿Qué opina usted?
Seguramente, usted desea conocer la respuesta a las grandes cuestiones de la vida. A veces quizá se haga estas preguntas: “¿Para qué hemos venido al mundo? ¿Es esta vida todo lo que hay? ¿Cómo es Dios?”. Hace bien en pensar en estos temas, y es importante que no se dé por vencido hasta encontrar respuestas claras y confiables. Jesucristo, conocido por ser un gran maestro, dijo: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá” (Mateo 7:7).
Si usted ‘sigue buscando’ las respuestas a las preguntas importantes, comprobará que vale la pena el esfuerzo (Proverbios 2:1-5). A pesar de lo que otras personas le hayan podido decir, esas respuestas existen y están a su alcance. Se encuentran en la Biblia y no son complicadas. Lo que es mejor, nos dan esperanza y alegría, y nos permiten tener una vida feliz incluso en la actualidad. Empecemos con una pregunta que inquieta a mucha gente.
¿ES DIOS INDIFERENTE O INSENSIBLE?
Muchos creen que sí. Piensan que si él se preocupara por nosotros, las cosas serían muy diferentes. Vivimos en un mundo plagado de guerras, odio y dolor. Todos nos enfermamos, sufrimos y perdemos a seres queridos. Por eso hay quienes dicen: “Si le importáramos a Dios, ¿no nos libraría de todos estos problemas?”.
Y lo que es peor, muchos maestros religiosos hacen pensar a la gente que Dios es insensible. Por ejemplo, cuando ocurre una tragedia, dicen que fue la voluntad de Dios. En la práctica, es como si afirmaran que Dios tiene la culpa de las desgracias. Pero ¿es eso verdad? ¿Qué enseña realmente la Biblia? Santiago 1:13 responde: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie”. Por lo tanto, Dios nunca es el causante de la maldad que vemos en el mundo (Job 34:10-12). Es cierto que permite que ocurran cosas malas, pero hay una gran diferencia entre permitir que algo suceda y causarlo.
Piense, por ejemplo, en un padre sabio y amoroso que tiene bajo su techo a un hijo ya adulto. Cuando este se hace rebelde y decide irse de casa, el padre no lo detiene. El hijo toma un mal camino y se mete en dificultades. ¿Diría usted que el padre es el causante de los problemas de su hijo? Claro que no (Lucas 15:11-13). De igual manera, Dios no ha impedido que los seres humanos tomen un mal camino, pero eso no significa que él sea el causante de las desgracias que ellos mismos se han buscado. No cabe duda de que sería injusto culpar a Dios de todos los males que sufre la humanidad.
Dios tiene buenas razones para permitir que la humanidad siga un mal camino. Puesto que él es nuestro sabio y poderoso Creador, no está obligado a darnos explicaciones. Sin embargo, nos las da por amor. En el capítulo 11 veremos con más detalle cuáles son sus razones. Sin embargo, usted puede estar seguro de que él no tiene la culpa de nuestros problemas. En realidad es todo lo contrario, ya que Dios nos da la única esperanza de verlos solucionados (Isaías 33:2).
Además, Dios es santo (Isaías 6:3). Eso significa que es puro y limpio, que no tiene ninguna maldad. Por este motivo podemos confiar por completo en él, algo que no puede decirse de los seres humanos, que en ocasiones se vuelven corruptos. Ni siquiera el más honrado de los gobernantes tiene el poder de reparar el daño que provocan las personas malvadas. Pero Dios es todopoderoso. Él puede eliminar todo el sufrimiento que la maldad ha causado, y así lo va a hacer. Cuando intervenga, lo hará de tal manera que acabe para siempre con el mal (Salmo 37:9-11).
¿CÓMO SE SIENTE DIOS CUANDO PADECEMOS INJUSTICIAS?
Mientras tanto, ¿cómo se siente Dios por lo que está pasando en el mundo y en nuestra vida? La Biblia enseña que él ‘ama la justicia’ (Salmo 37:28). Él se interesa profundamente en si algo está bien o mal, y odia toda clase de injusticia. La Biblia dice que “se sintió herido en el corazón” cuando en tiempos antiguos el mundo se llenó de maldad (Génesis 6:5, 6). Y Dios no ha cambiado (Malaquías 3:6). Sigue odiando el mal y compadeciéndose de los que sufren. “Él se interesa por ustedes”, nos asegura la Biblia (1 Pedro 5:7).
¿Por qué podemos estar seguros de que a Dios le duele vernos sufrir? Pues bien, veamos otra prueba. La Biblia enseña que él hizo al hombre a su imagen (Génesis 1:26). Por lo tanto, si tenemos buenas cualidades es porque Dios las tiene. Por ejemplo, ¿se conmueve usted cuando ve sufrir a personas inocentes? Si a usted le duelen tales injusticias, tenga la seguridad de que a Dios le duelen mucho más.
Una de las mejores características del ser humano es su capacidad de amar. También en esto nos parecemos al Creador, ya que, como enseña la Biblia, “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Amamos porque Dios ama. Si usted tuviera el poder para acabar con el sufrimiento y las injusticias que vemos en el mundo, ¿verdad que lo haría? ¿Acaso no lo impulsaría su amor a hacerlo? ¡Claro que sí! Pues bien, puede tener la misma seguridad de que Dios eliminará los problemas del mundo. Las promesas que ha leído en el prólogo de este libro no son simples sueños ni esperanzas vanas: las ha hecho Dios y se cumplirán sin falta. Sin embargo, para creer en esas promesas es preciso conocer mejor al Dios que las ha hecho.
DIOS DESEA QUE USTED LO CONOZCA
¿Qué es lo primero que usted hace cuando quiere que alguien lo conozca? ¿Verdad que le dice su nombre? Pues bien, ¿tiene nombre Dios? Muchas religiones enseñan que él se llama “Dios” o “Señor”, pero estos no son en realidad nombres propios. Son títulos, como “rey” o “presidente”. La Biblia revela que Dios posee muchos títulos, entre ellos “Dios” y “Señor”. Pero también enseña que tiene un nombre personal: Jehová.Salmo 83:18 dice así: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. Si en su Biblia no aparece este nombre, lo invitamos a ver la razón en el apéndice “El nombre divino: su uso y significado”. La verdad es que el nombre divino se halla miles de veces en los manuscritos bíblicos antiguos. Por eso, Jehová desea que usted sepa su nombre y lo use. Podría decirse que Dios utiliza la Biblia para que usted sepa quién es él.
El nombre Jehová, que Dios mismo se puso, tiene mucho significado. Da a entender que él puede cumplir todas sus promesas y llevar a cabo todo lo que se propone.* El nombre de Dios es único, pues le pertenece exclusivamente a él. En realidad, Jehová es singular de muchas maneras. Veamos algunas.
Ya vimos que Salmo 83:18 dice de Jehová: “Tú solo eres el Altísimo”. Del mismo modo, únicamente a él se le llama “el Todopoderoso”. Revelación (o Apocalipsis) 15:3 declara: “Grandes y maravillosas son tus obras, Jehová Dios, el Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de la eternidad”. El título “Todopoderoso” indica que Jehová supera en poder a todos los demás seres. Su fuerza no tiene igual, es suprema. Y el título “Rey de la eternidad” nos recuerda que es singular en otro sentido: es el único que existe desde siempre. En Salmo 90:2 leemos: “Aun de tiempo indefinido a tiempo indefinido [es decir, siempre] tú eres Dios”. ¿Verdad que solo pensarlo resulta impresionante?
Hay otra razón por la que Jehová es singular: él es el único Creador. Revelación 4:11 dice: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. Jehová es el Creador de todo lo que existe: los espíritus invisibles de los cielos, las estrellas que brillan en el firmamento, las frutas que crecen en los árboles, los peces que pueblan mares y ríos, y mucho más.
¿PUEDE USTED ACERCARSE A JEHOVÁ?
Hay quienes se sienten un poco intimidados por las impresionantes cualidades de Jehová. Temen que Dios esté tan alto que nunca puedan acercarse a él o que siquiera le importen. ¿Es correcta esta idea? La Biblia enseña todo lo contrario, pues afirma que Jehová “no está muy lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Incluso nos hace esta invitación: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8).
¿Cómo puede usted acercarse al Creador? Para empezar, no deje de hacer lo que está haciendo ahora mismo: aprender todo lo que pueda acerca de Dios. Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). En efecto, según enseña la Biblia, el conocimiento de Jehová y Jesús lleva a la “vida eterna”. Ya vimos que “Dios es amor” (1 Juan 4:16). Pero Jehová tiene muchas otras cualidades, todas hermosas y atrayentes. Por ejemplo, la Biblia dice que es “misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad” (Éxodo 34:6). Es un Dios “bueno y [...] listo para perdonar” (Salmo 86:5). Es paciente (2 Pedro 3:9). Es leal (Revelación 15:4). A medida que siga leyendo la Biblia, verá que Jehová ha demostrado estas atrayentes cualidades y muchas más.
Es cierto que a Dios no podemos verlo, pues es un espíritu (Juan 1:18; 4:24; 1 Timoteo 1:17). Sin embargo, la Biblia explica cómo es. Tal como dijo el salmista, usted puede “contemplar la agradabilidad de Jehová” (Salmo 27:4; Romanos 1:20). Cuanto más aprenda sobre él, más real será para usted, y más razones tendrá para amarlo y sentirse cerca de él.
Poco a poco irá entendiendo por qué nos anima la Biblia a verlo como nuestro Padre (Mateo 6:9). No solo nos dio la vida, sino que desea que la vivamos del mejor modo posible, lo mismo que todo buen padre quiere para sus hijos (Salmo 36:9). La Biblia también enseña que los seres humanos podemos ser amigos de Jehová (Santiago 2:23). ¡Imagínese: usted puede ser amigo del Creador del universo!
Cuando aprenda más de la Biblia, quizá haya personas que, con buenas intenciones, le aconsejen que deje de estudiarla. Tal vez lo hagan porque les preocupe que usted cambie de creencias. Pero no permita que nadie le impida cultivar la amistad con Dios, la mejor amistad que usted puede tener.
Lógicamente, habrá cosas que no entenderá al principio. Pero no tenga miedo de pedir ayuda. Jesús dijo que es bueno ser humilde como un niño (Mateo 18:2-4). Y ya sabemos que los niños siempre están preguntando. Dios desea que usted encuentre las respuestas. De hecho, la Biblia habla muy bien de ciertas personas de la antigüedad que tenían el intenso deseo de conocer a Dios. Por esa razón, examinaron con cuidado las Escrituras y se aseguraron de que lo que aprendían era la verdad (Hechos 17:11).
El mejor modo de conocer a Jehová es examinando la Biblia, un libro diferente de los demás. ¿Qué lo hace distinto? Lo veremos en el próximo capítulo.
LO QUE LA BIBLIA ENSEÑA
Dios se interesa personalmente por usted (1 Pedro 5:7).
¿Nos serviría de consuelo aprender la verdad sobre la muerte?
ESTAS preguntas, que la gente se ha hecho por miles de años, son fundamentales. Y las respuestas nos interesan a todos, sin importar quiénes seamos ni dónde vivamos.
En el capítulo anterior vimos que el rescate —el sacrificio de Jesucristo— abrió el camino para que podamos vivir eternamente. También vimos que la Biblia promete que “la muerte no será más” (Revelación [Apocalipsis] 21:4). Pero mientras llega ese día, todos morimos. Como dijo el sabio rey Salomón, “los vivos tienen conciencia de que morirán” (Eclesiastés 9:5). Intentamos vivir lo máximo posible, pero seguimos preguntándonos qué nos sucederá al morir.
Cuando nos toca llorar la pérdida de seres amados, quizá pensemos: “¿Qué ha pasado con ellos? ¿Están sufriendo? ¿Nos cuidan de algún modo? ¿Podemos ayudarlos? ¿Los volveremos a ver?”. Las religiones del mundo ofrecen distintas respuestas. Algunas enseñan que los buenos van al cielo, y los malos a un lugar de tormento. Otras dicen que pasamos al reino de los espíritus para estar con nuestros antepasados. Y hay religiones que afirman que entramos en el mundo de los muertos para ser juzgados y después nos reencarnamos, es decir, volvemos a nacer en otro cuerpo.
Esas creencias comparten una idea básica: que una parte de nosotros sigue viviendo cuando el cuerpo muere. Casi todas las religiones, tanto del pasado como del presente, afirman que, de una u otra forma, continuamos viviendo para siempre y conservamos la capacidad de ver, oír y pensar. Pero ¿cómo puede ser eso posible? Los sentidos, lo mismo que el pensamiento, dependen del cerebro, el cual deja de funcionar cuando fallecemos. Nuestros recuerdos, sentimientos y sensaciones no se mantienen vivos por sí solos de algún modo misterioso. Es imposible que lo hagan, pues dejan de existir cuando el cerebro se destruye.
¿QUÉ SUCEDE REALMENTE AL MORIR?
Lo que sucede cuando fallecemos no es ningún misterio para Jehová, el Creador del cerebro. Él conoce la verdad, y en su Palabra, la Biblia, explica en qué estado se encuentran los difuntos. Allí se enseña con toda claridad este hecho: cuando una persona muere, deja de existir. La muerte es lo contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen ni piensan. Ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere el cuerpo. En efecto, no poseemos un alma o espíritu inmortal.*
Después de afirmar que los vivos saben que morirán, Salomón escribió que “los muertos [...] no tienen conciencia de nada en absoluto”. Entonces amplió esa verdad fundamental al decir que no pueden amar ni odiar y que “no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el [sepulcro]” (Eclesiastés 9:5, 6, 10). De igual modo, Salmo 146:4 dice que cuando alguien muere, “perecen sus pensamientos”; en efecto, se acaban por completo. Lo cierto es que somos mortales y no seguimos viviendo después de la muerte del cuerpo. Nuestra vida es como la llama de una vela. Cuando se apaga, no va a ningún sitio, sino que sencillamente deja de existir.
LO QUE DIJO JESÚS SOBRE LA MUERTE
Refiriéndose a un amigo suyo que había fallecido, Jesucristo mencionó el estado en que se encuentran los muertos. Primero dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro está descansando”. Ellos entendieron que estaba durmiendo, recuperándose de una enfermedad. Pero se equivocaban, pues Jesús les aclaró a continuación: “Lázaro ha muerto” (Juan 11:11-14). Observe que Jesús comparó la muerte a descansar y dormir. Su amigo no estaba ni en el cielo ni en un infierno ardiente. No se había reunido con los ángeles ni con sus antepasados, ni tampoco había vuelto a nacer como una persona distinta. Descansaba en la muerte, como si durmiera profundamente, pero sin soñar. Otros textos bíblicos también dicen que estar muerto es comparable a estar dormido. Por ejemplo, cuando mataron a pedradas al discípulo Esteban, la Biblia dice que “se durmió” (Hechos 7:60). De la misma forma, el apóstol Pablo escribió que algunas personas de su día se habían “dormido” en la muerte (1 Corintios 15:6).
¿Era el propósito de Dios que la gente muriera? Ni mucho menos. Jehová hizo al hombre para vivir eternamente en la Tierra. Como ya hemos aprendido en este libro, Dios colocó a nuestros primeros padres en un hermoso paraíso y los bendijo con salud perfecta. Sin duda quería lo mejor para ellos. ¿Acaso hay algún padre amoroso que desee que sus hijos pasen por los dolores de la vejez y la muerte? ¡Claro que no! Pues bien, Jehová amaba a sus hijos y deseaba que fueran felices en la Tierra para siempre. De hecho, la Biblia dice que Dios ha puesto “el tiempo indefinido [...] en el corazón” de los seres humanos (Eclesiastés 3:11). Así es, nos ha creado con el deseo de vivir para siempre, y ha abierto el camino para que ese deseo se haga realidad.
¿POR QUÉ MORIMOS?
Entonces, ¿por qué morimos? Para hallar la respuesta tenemos que examinar lo que ocurrió cuando solo había un hombre y una mujer en la Tierra. La Biblia explica: “Jehová Dios hizo crecer del suelo todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento” (Génesis 2:9). Sin embargo, había una restricción. Dios le dijo a Adán: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás” (Génesis 2:16, 17). No era un mandato difícil de cumplir, pues había muchos otros árboles de los que Adán y Eva podían comer. Pero se les dio una oportunidad especial de demostrar su gratitud a Dios, quien les había dado todo, lo que incluía la vida perfecta. Al obedecer, también demostrarían que respetaban la autoridad de su Padre celestial y que deseaban recibir sus amorosas instrucciones.
Por desgracia, nuestros primeros padres eligieron desobedecer a Jehová. Hablando mediante una serpiente, Satanás le preguntó a Eva: “¿[De verdad] Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?”. Ella le respondió: “Del fruto de los árboles del jardín podemos comer. Pero en cuanto a comer del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho: ‘No deben comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran’” (Génesis 3:1-3).
“No morirán —dijo Satanás—. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo.” (Génesis 3:4, 5.) El Diablo quería hacer creer a Eva que a ella le convenía comer del fruto prohibido. Según le dijo, así podría decidir por sí misma lo que estaba bien y lo que estaba mal; en otras palabras, podría hacer lo que quisiera. Satanás también acusó a Jehová de haber mentido sobre lo que pasaría si comían del fruto. Eva creyó lo que dijo el Diablo, así que tomó el fruto y lo probó. Luego le dio a su esposo, quien también comió. No es que les faltara conocimiento. Ellos sabían perfectamente que estaban haciendo lo que Dios les había prohibido. Al comer del fruto, desobedecieron a sabiendas un mandato sencillo y razonable. De este modo, despreciaron a su Padre celestial y su autoridad. ¡Qué imperdonable falta de respeto a su amoroso Creador!
Imagínese que un hijo que usted ha criado y cuidado le desobedece y demuestra que no le tiene el menor respeto ni amor. ¿Verdad que le dolería mucho? Pues piense en cuánto debió dolerle a Jehová que Adán y Eva se pusieran en contra de él.
Adán y Eva habían desobedecido a Jehová, y no había ninguna razón para que los mantuviera vivos eternamente. Por ello, terminaron muriendo, tal como él les había advertido. Dejaron de existir. Así pues, no pasaron a vivir como espíritus en alguna otra parte. Así lo indican las palabras que Jehová dirigió al primer hombre tras pedirle cuentas por su desobediencia: “[Volverás] al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás” (Génesis 3:19). Dios había hecho a Adán del polvo del suelo (Génesis 2:7). Antes de eso, Adán no existía. Por lo tanto, cuando Jehová le indicó que volvería al polvo, le estaba diciendo que regresaría a ese mismo estado de inexistencia. Al igual que el polvo del que fue hecho, Adán no tendría vida.
Adán y Eva habrían podido estar vivos hoy, pero murieron porque decidieron desobedecer a Dios y, por lo tanto, pecaron. La razón por la que todos nosotros morimos es que somos descendientes de Adán, quien nos pasó el pecado y la muerte (Romanos 5:12). Ese pecado es como una terrible enfermedad hereditaria de la que nadie se libra. Su resultado, la muerte, no es un amigo o una bendición, sino todo lo contrario: es un enemigo o una maldición (1 Corintios 15:26). ¡Qué agradecidos podemos estar de que Jehová proporcionara el rescate para liberarnos de este cruel enemigo!
¿CÓMO LE BENEFICIA CONOCER LA VERDAD SOBRE LA MUERTE?
Es todo un consuelo saber lo que enseña la Biblia sobre el estado en que se encuentran los muertos. Como hemos visto, no sufren ni sienten dolor. No hay que tenerles miedo, pues no pueden hacernos daño. No necesitan nuestra ayuda ni tampoco tienen la capacidad de ayudarnos. Ni ellos pueden hablar con nosotros ni nosotros con ellos. Hay muchos líderes religiosos que aseguran que pueden ayudar a los difuntos, y la gente, creyendo esa falsedad, les da dinero. Pero conocer la verdad impide que nos engañen con esas mentiras.
¿Acepta su religión lo que dice la Biblia sobre los difuntos? La mayoría de las religiones no lo hacen. ¿Por qué? Porque Satanás ha influido en sus enseñanzas. Él utiliza la religión falsa para hacer creer a las personas que, después de morir, seguirán viviendo como espíritus en otro lugar. Además, combina esta mentira con otras para alejar de Jehová Dios a los seres humanos. ¿De qué manera?
Como ya vimos, algunas religiones enseñan que los malos sufrirán eternamente en las llamas del infierno. Esta creencia insulta a Jehová, pues él es un Dios de amor y nunca atormentaría a nadie de esa manera (1 Juan 4:8). ¿Qué pensaría usted de un hombre que castigara a su hijo metiéndole las manos en el fuego por haberle desobedecido? ¿Sentiría respeto por él? ¿Desearía conocerlo siquiera? Desde luego que no. Seguro que lo consideraría un individuo muy cruel. Pues bien, eso es lo que Satanás quiere hacernos creer: que Jehová tortura a muchas personas con fuego por toda la eternidad, durante millones y millones de años.
Satanás también usa a algunas religiones para enseñar que los difuntos se convierten en espíritus a los que los vivos deben respetar y honrar. Según esta creencia, esos espíritus pueden ser amigos poderosos o enemigos terribles. Creyendo esta mentira, muchas personas los temen, los honran y les rinden culto. La Biblia, en cambio, enseña que los muertos están durmiendo y que solo debemos adorar al Dios verdadero, Jehová, quien nos ha creado y nos ha dado todo (Revelación 4:11).
Cuando conocemos la verdad sobre los muertos, ya no nos engañan las mentiras religiosas. Además, entendemos mejor otras enseñanzas de la Biblia, como por ejemplo, la promesa de vivir eternamente en el Paraíso. Esta esperanza se vuelve muy real para nosotros cuando aprendemos que los difuntos no van a vivir como espíritus a otra parte.
Es normal hacerse esa pregunta, especialmente cuando fallece alguien querido. La Biblia dice que lo que causa la muerte es el pecado (1 Corintios 15:56).
¿Por qué todos pecamos y morimos?
Los primeros seres humanos, Adán y Eva, perdieron la vida porque se rebelaron contra el Creador (Génesis 3:17-19). Al pecar, se alejaron de Dios, “la fuente de la vida”, lo cual solo podía llevarlos a la muerte (Salmo 36:9; Génesis 2:17).
Adán transmitió a sus descendientes el pecado, un defecto hereditario. La Biblia lo explica así: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Como todos pecamos, todos morimos (Romanos 3:23).
El fin de la muerte
Dios ha prometido que él “se tragará a la muerte para siempre” (Isaías 25:8). Pero para ello, tiene que acabar con la raíz del problema: el pecado. Esto lo logrará mediante Jesucristo, quien “quita el pecado del mundo” (Juan 1:29; 1 Juan 1:7).
¿Recuerda a Gail, de quien hablamos en el segundo artículo de esta revista? Ella no sabe si superará la muerte de Rob, su esposo. Sin embargo, anhela el día en que pueda volver a verlo en el nuevo mundo que Dios promete. “Mi texto bíblico favorito —comenta— esRevelación [Apocalipsis] 21:3, 4”. Esos versículos dicen: “Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.
Gail añade: “Esta promesa habla por sí misma. Siento compasión por la gente que ha perdido un ser querido y que no conoce la esperanza de la resurrección”. Para demostrar que cree lo que dice, Gail dedica gran parte de su tiempo a hablarles a sus vecinos de la promesa divina de que en el futuro “la muerte no será más”.
Quizás le parezca un sueño. Pero piense en el ejemplo de Job, quien estuvo gravemente enfermo (Job 2:7). Aunque llegó al punto de desear la muerte, confiaba en que Dios lo resucitaría para volver a vivir en la Tierra. Por eso dijo: “¡Oh que en el sepulcro me ocultaras [...]! Tú llamarás, y yo mismo te responderé. Por la obra de tus manos sentirás anhelo” (Job 14:13, 15, nota). Como vemos, Job no tenía dudas de que Dios desearía devolverle la vida.
Pues eso es lo que Dios hará pronto con Job y con millones de personas, cuando convierta este planeta en un paraíso (Lucas 23:42, 43). La Biblia promete: “Va a haber resurrección” (Hechos 24:15). Además, Jesús afirmó: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán” (Juan 5:28, 29). Job verá el cumplimiento de esta promesa. Entonces tendrá la oportunidad de recuperar “su vigor juvenil” y su carne será “más fresca que en la juventud” (Job 33:24, 25). Lo mismo les ocurrirá a todos aquellos que demuestren fe en esta bondadosa promesa de Dios de resucitar a las personas en la Tierra.
Si ha sufrido la muerte de alguien cercano, lo que hemos analizado no hará que desaparezca su dolor. Sin embargo, reflexionar en las promesas divinas que se hallan en la Biblia le dará la esperanza y la fortaleza necesarias para seguir adelante (1 Tesalonicenses 4:13).
¿Le gustaría saber qué más puede hacer para sobrellevar el dolor? ¿O se ha preguntado por qué permite Dios la maldad y el sufrimiento? En ese caso, visite nuestro sitio de Internet jw.org y hallará respuestas animadoras y consejos útiles basados en la Biblia.